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Reforma polémica
Una vez más, una reforma arquitectónica pone los pelos de punta. En teoría es una restauración; en la práctica, una nueva fachada marítima. La víctima, en este caso, es el pueblo y la villa de Sitges, que se lleva las manos a la cabeza cuando descubre el proyecto de reforma de los museos Maricel y Cau Ferrat.
Una vez más, una reforma arquitectónica pone los pelos de punta. En teoría es una restauración; en la práctica, una nueva fachada marítima. La víctima, en este caso, es el pueblo y la villa de Sitges, que se lleva las manos a la cabeza cuando descubre el proyecto de reforma de los museos Maricel y Cau Ferrat.
El museo Cau Ferrat es en sí mismo una pieza de museo, pues nace de la abigarrada y caótica colección de Santiago Rusiñol, poeta, bohemio y pintor. La disposición de las piezas satisface el capricho del coleccionista; la distribución no tiene sentido museístico, sino estético. La reforma ¿pondrá fin a este placentero desorden? La museística moderna ¿destrozará el espíritu de la colección? Temo lo peor.
Sin embargo, esta reforma del museo no es la que preocupa a la población. Los villanos se muerden los puños por la reforma arquitectónica de la fachada posterior o marítima. La reforma cuenta con el beneplácito municipal y de las autoridades correspondientes de la Generalidad de Cataluña y el arquitecto, Hernández-Cros, asegura que cubrir la fachada marítima con una nueva piel de cristal y situar las rampas en el exterior es la única manera que se le ocurre de cumplir con la actual normativa de acceso a minusválidos. Según este arquitecto, sólo había dos opciones: o trinchar (sic) los edificios por dentro (instalando rampas, ascensores, etc.) o desgraciarlos por fuera.
El arquitecto Hernández-Cros es un gran experto en arquitectura de Barcelona (ha publicado una célebre guía arquitectónica) y entre otras cosas se ha atrevido a restaurar o retocar la Pedrera de Gaudí. Trabaja en el proyecto desde 2007. Me remito a las fotografías para mostrar su propuesta, consistente en una doble fachada; la interior, pintada de blanco, por mantener la imagen; la exterior, de cristal; entre las dos fachadas, rampas de acceso a las diversas plantas del edificio. Compárenla con la fachada existente.
Los que se oponen al proyecto, esgrimen que la fachada es un bien patrimonial protegido, y que el Catálogo del Patrimonio aceptaría una fachada restaurada, no una nueva fachada. Además, esgrimen que la propuesta arquitectónica es fea, y semejante razón no admite muchas discusiones. Se han enrocado, vamos.
Véanse algunos opositores al proyecto en
http://www.plataformasitges.blogspot.com/.
En honor de la verdad, los museos Maricel y Cau Ferrat daban pena y necesitaban una mano de pintura. La fachada que da al mar está que se cae (literalmente) y cualquier día de éstos, si no se hace nada y deprisa, nos encontramos con las colecciones haciendo compañía a los peces. Hay que hacer algo y hacerlo ya. Pero ¿había que hacer esto? Ésa es la pregunta.
¿Qué pienso? Mi opinión no cuenta demasiado, lo sé, pero me apena profundamente que desaparecerá parte de un paisaje de mi infancia y juventud, que es eso que llaman patria, la que forma tus recuerdos. Algunos momentos de íntima felicidad los he pasado flotando en el mar, contemplando esa fachada que se caía a pedazos, encalada y caótica. La echaré de menos. Cuando paso por Sitges y doy un vistazo alrededor, contemplo el destrozo causado por los promotores urbanísticos con el beneplácito del ayuntamiento y los villanos durante estos últimos diez años. Atila era un santo comparado con ellos. Ya nada es lo mismo.
por Luis Soravilla
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