Ya he dicho antes alguna vez que la remodelación del complejo museístico del Cau Ferrat, el Maricel y la casa Rocamora de Sitges trae cola. El ayuntamiento de la villa, la Diputación de Barcelona y la Generalidad de Cataluña optan por un desaguisado arquitectónico firmado por el arquitecto Josep Emili Hernández-Cros. Un grupo de ciudadanos protesta, porque consideran que la propuesta atenta contra el patrimonio y el paisaje de la población. David contra Goliat. Las obras han comenzado en junio y las posturas siguen enfrentadas.
Un hecho objetivo: los edificios se caían a pedazos y la climatización era deficiente. Otro hecho objetivo, quizá no tanto: era preciso intervenir en el espacio museístico por razones de seguridad, movilidad, etc. El hecho menos objetivo, pero compartido por muchos, es que la fachada marítima, caótica, pintoresca, incluso bella, merecía ser protegida y conservada dentro de lo posible (era un bien patrimonial de la villa). Entonces va y viene el arquitecto Hernández-Cros y... En fin, no les cuento.
El principal objeto de la polémica (no el único) es la fachada que da al mar que ha diseñado este personaje, una especie de pecera, una pared de cristal, un invernadero, que cambiará de manera radical la fisonomía de la fachada marítima y reclamará mucho aire acondicionado extra y mucho mantenimiento. La Acadèmia de Belles Arts de Sant Jordi se ha manifestado preocupada y consternada a la vista del proyecto. Existía una auditoría estructural y una propuesta de remodelación que encargó en 2003 la Diputación de Barcelona a la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que respetaba bastante más la casa Rocamora y la fachada marítima. Existiendo este informe, se contrató otro en 2007, que costó 480.000 euros y es la causa del enojo ciudadano, pues propone el invernadero. Los detractores del proyecto se preguntan el porqué de este gasto, que consideran innecesario, y también señalan que el proyecto, presupuestado inicialmente en diez millones de euros, se ha quedado en 6,6 millones, y una rebaja del 33% en el precio no creen que vaya a mantener la calidad de la construcción propuesta, ya de por sí crítica (una fachada de metal y cristal encima de un acantilado que da al mar).
El ayuntamiento, en sus trece. Cuenta con el visto bueno de la comisión de Patrimonio de Cataluña. Aquí no cuentan las opiniones, se afirma, sino lo que digan los técnicos. Ah, bien. Por lo tanto, el documento de los académicos es una opinión; muy prestigiosa, sí, pero una opinión. Lo que dijo ese informe de la UPC... Una opinión (de unos técnicos, pero hay técnicos y técnicos). Lo que manifieste la plataforma contraria al proyecto de Hernández-Cros, otra opinión. Todo el mundo tiene derecho a opinar, manifiesta el señor alcalde (y no le falta razón).
Quizá por ello, la plataforma ciudadana Volem el nostre Sitges (Queremos nuestro Sitges) ha presentado hace ya unos días el proyecto de remodelación de los museos al fiscal de delitos urbanísticos, el señor Antoni Pelegrín, para que éste también opine. Es el deseo de la plataforma que el señor fiscal opine que el proyecto vulnera la Ley de Patrimonio.
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